Señor, tú has hecho mucho por mí. ¿Cómo
podré alguna vez pagarte? Quiero decirle a todo el mundo lo tierno y amable que
eres. Cuando estaba enterrada en las arenas movedizas del pecado, me rescataste
y pusiste mis pies en tierra firme, en un sólido fundamento. Ese Fundamento
eres tú, Señor Jesús, la sólida Roca.
Tú moriste por mí y me compraste por
precio. Después de eso, me enviaste un Consolador para que me asegurase tu
constante presencia: tu Espíritu Santo. Eres muy misericordioso al darme la
vida eterna. No merezco tu amor. Me siento humillada hasta el polvo cuando
pienso en tu compasión.
¿Cómo te pagaré todo lo que has hecho? Lo
único que puedo ofrecerte es mi alabanza y mi adoración. Lo mejor que puedo
darte es un corazón contrito de agradecimiento.
- «Fue mi mano la que hizo todas estas
cosas;
-fue así como llegaron a existir —afirma el
SEÑOR—.
-»Yo estimo a los pobres y contritos de
espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra».
Isaías 66:2