Cada vez que empieces a sentirte con miedo o ansioso, repite
esta promesa incondicional:
«Nada me podrá separar de tu amor, Jesús».
La mayor parte de las miserias de la humanidad tiene sus
raíces en la sensación de la gente de que ya no se les quiere. En medio de
circunstancias adversas, tienden a sentir que el amor se ha ido y que se les ha
olvidado. Este sentimiento de abandono es a menudo peor que la propia
adversidad.
Esta es su palabra
para ti hoy…
No te abandonaré, ni
dejaré de ayudarte.
Mi Presencia está
sobre ti continuamente.
En la palma de mi
mano he grabado tu nombre.
ROMANOS 8.38-39;
JOSUÉ 1.5; ISAÍAS 49.15-16